Hace un par de años, la sociedad que no estaba interiorizada acerca del mundo de la informática, comenzó a saber acerca de un hombre, estadounidense él, que era el más rico de todo el planeta. Pero eso no era lo que más llamaba la atención, ya que en definitiva, siempre hay un ricachón con pecho inflado dando vueltas por las revistas y contando como llegó a su primer millón. Lo más interesante de esta persona, llamada Williams Gates, era que se trataba de un joven prodigio con aires de "nerd", anteojos grandes y baratos. Sus inventos (DOS y luego el Windows 3.1) según sus palabras "cambiarían los hábitos de las personas antes de fin de siglo". Todos se echaron a reír. Y el seguía mirando su monitor y cosechando millones. La prensa hablaba del fenómeno que viajaba en clase turista y conservaba el Ford Mustang que compró con su primera ganancia luego de diseñar un software para el ordenamiento del tránsito en Seattle, su ciudad natal. El hombre millonario que obligaba a sus empleados a trabajar sin traje y les permitía adquirir acciones de Microsoft, su máxima creación. Típica historia muy vendible para los medios. Muy pocos, casi nadie, advertían lo que podía pasar con este americano casi virgen. Y llegó la evolución. Windows 95 se vendió por millones ya que le permitía a la gente que no sabía mucho de pc cumplir su sueño de manejar una sin complicaciones. Con una formidable estrategia de marketing (el logo del programa cubrió un edificio entero en Nueva York), Gates salió a vender su creación a todas partes del mundo. Y tuvo más éxito. En la actualidad, de cada diez computadoras hogareñas, nueve tienen el sistema operativo del Gran Gates y el auge de internet y el correo electrónico se debe, en gran medida, a sus programas operativos. De a poco, el joven exitoso comenzó a despegarse de su imagen y se codeaba con los poderosos en búsqueda de más y mejores facilidades para sus inventos. Jugó al golf con el presidente Clinton y discutía públicamente y con arrogancia con cualquiera que se le interpusiera en su camino. El hombre común de barrio porteño no dudaría ni un minuto en decir "se la creyó". Y mucho hay de cierto en esa particular filosofía. Sus competidores lo odian y lo acusan de violar las leyes antitrust. Y todos sabemos el empeño que pone el gran país para impedir la formación de monopolios. El congreso lo llamó y le dio un tirón de orejas al enterarse de que su próximo invento, el Windows 98, traía de la mano el explorer 4.0, el programa para navegar sin rumbos por la red mundial. Es más, muchos dicen que el lanzamiento del nuevo sistema operativo es pura y exclusivamente para "disfrazar" el obsequio gratuito del Explorer ya que el W98 no trae muchas innovaciones tecnológicas. Los fabricantes del otro navegador, el popular Netscape, pusieron el grito en el cielo acusando a Gates de "mercenario" y de querer destruir a su competencia. El navegador Netscape es más utilizado que su par de Microsoft, pero muchos sienten que luego de esta jugada maestra de Gates, las cifras pueden invertirse. El se defiende diciendo que el que quiera instalar en su computadora el Netscape, puede hacerlo sin inconvenientes. Y he aquí su gran habilidad: Gates sabe perfectamente bien que es mucho más cómodo para el usuario común instalar todo de una buena vez y desinteresarse así del asunto. Porque al fin y al cabo, no hay muchas diferencias "a la vista" entre los dos programas. Es cierto, uno puede instalar el Netscape si quiere, pero antes, tendrá que borrar el Explorer y preocuparse de que su sistema no quede averiado, ya que casi todo el nuevo Windows tiene funciones relacionadas con internet, como ser el Outlook, el soft para recibir y enviar mails. O sea, que el hombre común, no optará esta vez por el Netscape, a no ser que sea un fanático consuetudinario del programa. Sus competidores están enfurecidos y esperan una resolución en la justicia, donde fue sometido Gates. El se queja y amenaza con desbaratar todo el sistema de la industria informática si no lo dejan en paz. Se siente acosado por la prensa y su imagen de chico bueno ha comenzado a disminuir paralelamente con la suba de su cuenta bancaria. Por lo pronto, el lanzamiento del nuevo Windows se atrasó hasta que la justicia no se expida al respecto. Su simpatía a nivel popular también dio un brusco cambio. En Bruselas, cuando Gates se aprestaba a dar una de sus conferencias para promocionar su programa, fue interceptado por una enorme torta de crema que impactó sobre sus eternas gafas descoloridas. El mentor de esta trampa fue Georges Le Gloupier, el famoso tortero encargado de mostrarle sus delicias a todas las personas famosas "pagadas de sí mismas, sin sentido del humor e imbuidas en su propia importancia" según sus propios dichos. Nadie puede negar que la imagen furiosa de Gates sacándose la crema de su cara resultó al menos, graciosa. También cosecha miles y miles de páginas web en Internet sobre su vida privada (hay un gracioso diario íntimo) y en Estados Unidos hay muchos chistes populares sobre diversos aspectos de su personalidad. Sin duda, algo cambió en Gates y, ya sea con una torta o en los tribunales, se lo hacen notar.

Colaboración especial de Leandro Zanoni